Ya no seremos los mismos

Sufrimos mucho esta crisis sanitaria. No es que nunca hubo infecciones o que desconozcamos las pestes. Lo que sí es inédito es que sea planetaria, que se propague como reguero por todos los continentes y que lo sepamos al instante porque vivimos en un mundo hiperconectado (por viajes  y tecnológicamente). Entonces circula y muta constantemente. De pronto nos vimos comprometidos con algo que desconocíamos, que nos obligaba a hacernos preguntas, que nos angustiaba. Hemos debatido y buscado información cruzada y contradictoria. Mucha. Científicos, investigadores presentaron los temas. Los gobiernos, los políticos, los pensadores, los comunes también. La ciencia tomó una dimensión inédita, mientras en los hospitales y clínicas estaba el personal de salud: médicos, enfermeras/os, en las guardias, en las salas de terapia intensiva, en los barrios, en el personal de limpieza… Los aplaudimos, los expulsamos de sus casas, los olvidamos. Aprendimos a usar barbijos, a aislarnos, cantamos desde los balcones, nos insultamos.

En Argentina veníamos de una crisis económica y cultural tremenda que creímos posible remontar como tantas otras veces y nos agarró todavía más débiles.

Estoy diciendo lo que ya se ha dicho miles de veces. En mi consultorio ví y viví con pacientes muchas historias. En lo personal también, desde el cuidado por mi padre siendo muy mayor hasta en la familia y amigues enfermos por covid u otras enfermedades que no podíamos ayudar o ir a verlos. Muertes cercanas, soledad, dolor.

Nuestra especie es vulnerable y lo sabemos aunque muchas veces creemos ser inmortales o super poderosos pero en experiencias tan atronadoramente extensas se reavivan los fantasmas y las defensas. Desde lo personal y desde lo colectivo. Fuimos testigos de respuestas generosas y solidarias hasta las más miserables. No me excluyo en esto. Creo que tenemos ciertas cuotas de amor y de egoísmo, podemos pasar de una a otra y también podemos aprender y cambiar ópticas o perspectivas. Todes estamos atravesades de prejuicios e ideologías, es imposible no tenerlas. Como no podemos evitar el intentar entender, buscar información, explicaciones, negar, depositar en otres la culpa o identificarnos con quienes piensan lo mismo. La conciencia es finita, va por un camino angosto (me refiero a la conciencia del aparato psíquico de Freud) y el conocimiento requiere mucho esfuerzo por eso muchas veces preferimos acudir a lo que forma parte de un sentido común que se nutre de lo que cae dentro del mismo sistema de creencias en el que vivimos. Es muchísimo más fácil y tranquilizador. Acusamos a los gobiernos y a las políticas implementadas, a las industrias farmacéuticas o laboratorios como  responsables. Pero es el sistema el que tenemos que cambiar.

¿Qué estaba pasando? ¿Cómo era posible? Hubo quienes vimos en esto el resultado de un modo de producir infame, una demostración del colapso capitalista, de la extrema partición entre los que tienen el poder financiero y un mundo empobrecido y explotado en sus raíces, una tierra agónica.

Pensamos también que tomaríamos conciencia de que nos necesitábamos, que la crisis climática y sus incendios de bosques y sequías nos pondrían a buscar soluciones. Pero no siempre los cambios son rápidos y necesitan tiempo de procesamiento.

Entonces nos peleamos con quienes tienen otra perspectiva, agredimos, nos ponemos belicosos. En nuestro caso porque venimos de posturas políticas irreconciliables o religiosas o espiritualidades que se han transformado en credos. Me cuesta entender que se niegue el contagio o los virus o las vacunas, sí, como si la evidencia no fuera suficiente. No sé cómo seguiremos con la pandemia, estamos viviendo una mejoría que aunque la pensamos racionalmente, parecía lejana e imposible. Se pudo llegar a esto por haber podido vacunar a la mayor parte de nuestra población pero faltan les niñes y adolescentes y dar segundas dosis. Se aumentaron los presupuestos en salud y ciencia pero Brasil, nuestro pueblo hermano el Congreso acaba de aprobar un recorte de presupuesto en ciencia del 92% !!! y esto también nos afecta y nos hace comprobar diferencias.

Todos los días sigo teniendo sueños de angustia o insomnios y también esperanzas. Creo que es así con las experiencias traumáticas como son las guerras, las dictaduras, las migraciones. Quedan latentes, operan desde el inconsciente y las sombras. No desaparecen. A veces parece que no nos acordamos, que ya está, pero es mentira. Esta es una experiencia traumática colectiva, mundial.

Los humanos somos extraordinariamente complejos y contradictorios. Crueles y amorosos y todo al mismo tiempo. De quien nada esperábamos nos sorprendemos por su gesto amoroso, de quien creíamos sentirnos próximos y cuidados recibimos una cachetada. Quienes creímos ser fuertes nos vemos temerosos y asustados. Podemos tratar de salir por la diversión, por el arte y la cultura. La sociedad del consumo trata de vendernos múltiples objetos, cosas, como si todo se tratase de seguir igual: viajes, vacaciones, fiestas, ropa, tecnologías. En estos meses que ya lleva año y medio tuvimos que trabajar desde casa (quienes pudimos, claro), aislarnos, cuidarnos, llevar barbijos. Aprendimos a cocinar, a hacer masa madre, tener mascotas, cuidar las plantas, charlar por los zooms o video llamadas… el mundo se conectó a través de internet y los aparatos electrónicos. Perdimos trabajos, salud, dinero. Perdimos contacto, cuerpo. Los más castigados fueron los que menos tienen, como siempre, porque nuestro mundo es injusto y expulsivo. Las mujeres también sufrimos más que otros colectivos (pero nos hacemos oír mucho muchísimo más), los chicos, los adolescentes que se vieron encerrados y aislados.

La realidad de cualquier tema importante o sustancial es infinitamente compleja y en estos tiempos simplificarla es grave porque no nos permite pensar o debatir y cierra el conocimiento,  cierra la cabeza y termina en discusiones absurdas. Me ha pasado abandonar charlas frente a  planteos tajantes que parecían no necesitar demostraciones, por ejemplo que se estaba cometiendo un genocidio. Ni el colapso ambiental y sus derivas, ni la explotación de los recursos naturales o la educación, la tensión entre ejes económicos y financieros del mundo pueden explicarse en términos dicotómicos. Menos que menos la construcción subjetiva y los efectos en la sociedad. Menos que menos la salud mental siempre tan postergada como disciplina y muy poco entendida. Entonces sólo tengo preguntas, ¿cómo resolvemos lo que tenemos por delante? ¿Qué mundo le espera a nuestros niñes y jóvenes? ¿Quiénes somos para hablar de los postergados si ni siquiera conocemos su realidad y hablamos desde una metrópolis y nos identificamos con los discursos de los dueños de la tierra? Y ni siquiera, hablamos por boca de quienes nos dominan (el discurso del amo).

Entonces los efectos que detectamos son los que hacen a las formas de trabajo a distancia y aparece la resistencia a volver tiempo completo a las oficinas o a las universidades porque constatamos el tiempo que nos lleva viajar, el estrés de las horas pico, la pérdida de contacto con los hijos pero también porque aparece el miedo a exponernos (como he detectado en algunas personas) sobre todo si todavía no estamos seguros de repetir un nuevo brote y todo se relaja. Los beneficiados fueron las tecnológicas, en todo su espectro y los negocios multinacionales. Los demás perdimos pero estamos involucrados en las secuelas psíquicas. Elaborarlas, hacer los duelos de la manera que cada une encuentre. No volveremos a ser los mismos. La encrucijada que se nos presenta afecta a la vida misma: el modo de pensarnos en el trabajo, la educación entendida como experiencia de conocimiento y de vínculo, el sentido de comunidad y la relación con los espacios físicos y de entorno. He comprobado el aumento de mascotas, el buscar otros lugares para vivir o tener como alternativa de vacaciones en parajes naturales o pueblos menos poblados, como si las ciudades se nos hicieran asfixiantes. El desarrollo de habilidades para cocinar y los programas culinarios, el compartir en las redes sociales todo lo que nos pasa y pensamos (que las empresas siguen capitalizando muy bien). El nacimiento de nuevos proyectos y amistades o amores… agreguen en esta lista lo que falta.

Todavía habrá más derivaciones que es difícil mensurar. Los parecidos o similitudes entre naciones, las diferencias entre pueblos ricos y pobres, las luchas políticas, las respuestas de los estados ante la debacle, en fin, la incertidumbre y lo que sigue todavía.

Inés Arribillaga

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