Paula Johnson, de la U. de Harvard, señala fuertes diferencias entre la salud masculina y femenina. Paula Johnson es una de las invitadas al segundo foro Mujeres trabajando por el mundo. Por: NICOLÁS CONGOTE GUTIÉRREZ | 15 de octubre de 2014
Las tardes en su casa de Brooklyn, en Nueva York (Estados Unidos), pasaban contemplando fotos y bailando junto a la mayor cómplice de todo niño: su abuela. Era una amante de la vida, llena de vitalidad y energía.
De repente, la atención de la familia se volcó en la salud de la abuela. A sus 60 años ya no bailaba. Tenían que asegurarse de que comiera y las visitas al médico eran cada vez más recurrentes. Cuando llegó el diagnóstico ya era un mal avanzado.
Tenía depresión. Una enfermedad de la que nunca se recuperó. Poco se sabía entonces de ella, señala Paula Johnson, profesora de medicina en la Escuela de Medicina de Harvard y de epidemiología en la Escuela de Salud Pública de Harvard. Es, además, directora ejecutiva del Centro Mary Connors para la Salud de la Mujer y la Biología de Género.
Ese agridulce recuerdo de infancia la impulsó, hace 10 años, a crear un centro en uno de los hospitales de enseñanza de Harvard, el Brigham and Women’s Hospital, para mejorar la salud de las mujeres y transformar su cuidado.
Su lucha se concentra en mostrar que la diferencia entre hombres y mujeres, que va desde las células, está muy marcada en la salud. Cómo tratarla, qué manejo darles a los síntomas y a los medicamentos hacen parte del análisis que hizo en diálogo con EL TIEMPO, a propósito de su visita este jueves a Colombia.
Será una de las invitadas al foro Women Working for the World (en español, Mujeres Trabajando por el Mundo), donde compartirá su trabajo en medicina de género y dará pautas frente al embarazo adolescente, que desemboca al año en 159.000 nacimientos en el país.
En materia de salud, ¿somos tan distintos hombres y mujeres?
Así lo han demostrado las investigaciones. Por ejemplo, en lo que se refiere a enfermedades del corazón, los factores de riesgo son diferentes, al igual que algunos síntomas. Eso hace más difícil diagnosticarlas.
Por eso es necesario un tratamiento diferencial…
Créalo o no, de los 3.000 millones de dólares que gastamos en nuestro Instituto Nacional de Salud, solo 32 millones se utilizan en estudiar diferencias de sexo. Es un porcentaje muy bajo. Recién se anunció que van a cambiar algunos estándares para incluir animales hembras como parte de las investigaciones. Digo esto para enfatizar en que hay mucho sin descubrir porque no hemos hecho investigación en la manera correcta.
Con respecto a las enfermedades, ¿en cuáles tenemos diferencias?
La depresión, por ejemplo, es más común en mujeres, tienen un 70 por ciento más de probabilidad de sufrirla en sus vidas. Además, es común que no se diagnostique. Incluso, los síntomas en ambos sexos son distintos y algunas de las medicinas actúan diferente. Esta es un área en la que definitivamente tenemos que enfocarnos, porque es la principal causa de discapacidad en el mundo. Y cuando se combina con otro mal es aún más preocupante. Por ejemplo, cuando la mujer tiene depresión y sufre un infarto, es más propensa a sufrirlo de nuevo en el periodo de un año. Eso no es común en los hombres.
También están las enfermedades cardiovasculares, que son significativos causantes de morbilidad y mortalidad en el mundo. En la medida en que tenemos un mejor manejo en los países en desarrollo de males infecciosos como el VIH sida, algunas como las cardiovasculares se van a convertir en las mayores causas de muerte. Y no es solo hablar de infartos sino también de accidentes cerebrovasculares, que son más comunes en las mujeres.
Otra en la que hay diferencias de género es en el cáncer de pulmón. No conozco las cifras de Colombia, pero es el cáncer que más mata a mujeres en Estados Unidos. Algo interesante es que las que empiezan a fumar son más propensas a volverse adictas a la nicotina que los hombres. Para ellas es más difícil dejar el cigarrillo. Creemos que puede ser por el estrógeno en el cuerpo que la nicotina se metaboliza más rápido y eso genera la adicción.
Y en cuanto a efectos de medicamentos…
Estamos lidiando con este tema con la Food and Drugs Administration (FDA). Un ejemplo es la benzodiacepina, un fármaco que mucha gente toma para dormir. Lo que se identificó fue que las mujeres empezaron a sufrir episodios de sonambulismo cuando tomaron la dosis recomendada, de 10 miligramos. Y no fue sino hasta que hubo graves muestras que la FDA revisó los datos de vigilancia por sexo y reconoció que las mujeres experimentaron complicaciones mucho más graves. Si se revisa el metabolismo de la droga, es distinto en hombres y mujeres. Esa es una forma interesante de verlo y por eso esta es el primer medicamento en Estados Unidos al que se le cambió la dosis recomendada para las mujeres. Pasó hace un año o año y medio y ahora la dosis recomendada para la mujer es de 5 miligramos.
También está el caso de la aspirina; un estudio, hecho solo en hombres, evidenció que tomarla prevenía infartos. Cuando se hizo en mujeres se encontró que no previene el infarto sino los ataques cerebrales, pero solo en mayores de 65 años. Es otro ejemplo en el que el medicamento no es diferente, la dosis tampoco, pero la forma en que se usa y los resultados sí lo son. A finales de los 90 y comienzos de este siglo en Estados Unidos hubo 10 fármacos que se sacaron del mercado; ocho de esos salieron por los impactos desproporcionados que tuvieron sobre las mujeres. Es crítico que miremos los datos por sexo. Ahora la FDA está revisando sus políticas, pero muchos estudios de dispositivos, que se ponen en personas, no se hacen con mujeres adecuadas que den un resultado válido.
¿Cómo saber entonces qué medicamentos tomar de acuerdo con el género?
Si se quiere saber qué medicamentos utilizar y en quiénes, utilizamos ciencia básica y comenzamos en niveles celulares o en animales. En esas dos áreas, que llamamos investigación preclínica, usualmente se usan animales machos y en el nivel celular no se pone atención al sexo. Es difícil saber al final, porque se hace un ensayo de fase tres, que es el que demuestra cómo se va a comportar ese medicamento en grandes escalas. Pero no hemos hecho lo básico de la ciencia para entender qué debemos utilizar en mujeres.
¿Debemos entonces trabajar ese enfoque diferencial desde la academia?
Está claro que tenemos bastante información para enseñarles a los estudiantes de medicina que es muy importante comprender las diferencias de género en enfermedades, síntomas, resultados. Pero no se ha hecho. No solo la gente joven no ha escuchado hablar de esto en escuelas de medicina. Tampoco se están incluyendo mujeres, células de mujer y animales hembras en los estudios. Hay un camino muy largo todavía.
¿Esto se puede incluir en lo que se conoce como medicina personalizada?
Vemos esto como parte del movimiento actual de medicina personalizada. Sin embargo, el género es un componente crítico. Tenemos que replantear que no es por diferencias de sexo. Estamos hablando de realidades de la ciencia. El hecho de que esto no sea escuchado a menos que lo replanteemos como medicina personalizada preocupa.
¿Cómo ha avanzado esto de la medicina de género en su país?
Hay que decir que en Estados Unidos aún no hemos resuelto este problema, estamos lidiando con él. La inversión en salud es poca.
Su charla en Colombia se enfocará también en embarazo adolescente, ¿qué tratará específicamente?
Un método que se ha probado en varias zonas de Estados Unidos y lo tocaré en la presentación es hacer esta pregunta: ¿Quieres estar embarazada el próximo año? Especialmente porque Colombia tiene un alto uso de anticonceptivos en jóvenes, pero las tasas de embarazo no deseado no son proporcionales. Se esperarían menos. Se ha demostrado que cuando una mujer utiliza métodos de anticoncepción, el trabajador público de salud no se enfoca necesariamente en si los está empleando de la manera correcta y cuáles son sus deseos. Se debe dar a la mujer cierto nivel de poder para que se enfoque en qué quiere ella el año siguiente. Ahí empieza a cambiar la conversación.
¿Qué nos falta trabajar en ese aspecto?
Hemos visto que en Colombia el índice de cuidado prenatal es bueno. Pero lo que pasa, al menos en Estados Unidos, es que cuando da a luz el foco se torna en el hijo y queda una brecha enorme respecto a la mujer. Hoy, esas etapas de antes y después del parto tienden a no tener una integración. Lo mismo ocurre cuando una mujer va al médico y está embarazada. Ese especialista debe entender que si tiene preclampsia o diabetes gestacional, eso representa un mayor riesgo de enfermedades del corazón o accidentes cerebrovasculares. No debemos esperar a que pase. Debemos hacernos esas preguntas antes. Muchos tienen la información, pero no entienden cuáles son los riesgos. Se debe ver de manera más integral la salud y es la oportunidad de hacer ese trabajo. No se debe ver a la mujer solo en temas de reproducción.
¿En qué debemos enfocarnos en Colombia?
En Colombia tienen buenos indicadores de salud, que podrían ser mejores. Podrían enfocarse en prevención, en mujeres jóvenes en edad reproductiva, en reproducción y en otros riesgos de enfermedades crónicas. Hay que ver cómo es su sistema de salud pública relacionado para crear mecanismos que disminuyan el riesgo y no solo para las mujeres de hoy, sino para las generaciones futuras.
Foro de mujeres que trabajan por el mundo
Las niñas serán el eje central del II foro Women Working for The World (Mujeres Trabajando por el Mundo), que se realizará este jueves 16 de octubre en el Country Club de Bogotá. En esta cita, destacadas expertas discutirán sobre los retos que enfrentan las niñas en pobreza, educación, derechos reproductivos y construcción de nación.
Catalina Escobar, presidenta de la Fundación Juanfe, lidera este evento, que contará con la participación de invitados como Kate O’Brien, presidenta y CEO de Al Jazeera América; Pat Mitchell, vicepresidenta ejecutiva de The Paley Center for Media, y Bunker Roy, fundador de Barefoot College.
Será un espacio de debate, opiniones y experiencias, en el que también intervendrán funcionarios del Gobierno sobre temas relacionados con embarazo adolescente, abuso sexual, matrimonio infantil y cómo esto afecta a nuestros países.
NICOLÁS CONGOTE GUTIÉRREZ
Redactor de EL TIEMPO