Las emprendedoras son un amplio sector de la población, que tienen en común la necesidad de trabajar y obtener satisfacción económica y también personal por lo que hacen. Pero también comparten el vivir en una realidad de incertidumbre respecto a las condiciones en que tendrán nuevas oportunidades de clientes y trabajo. por Ines Arribillaga
Personas emprendedoras siempre existieron, y nuestro país fue semillero de muchísimos negocios creados por cuentapropistas y empresarios de sí mismos. Pero lo que ocurre hoy es que cada vez más mujeres son impulsadas por el sistema a ser emprendedoras, y las condiciones generales en las que se desenvuelven son de cierto desamparo social.
Cuando pensamos en mujeres emprendedoras, en general nos imaginamos a pequeñas productoras, artesanas o artistas. Pero en realidad son emprendedoras también quienes viven de la gestión de un comercio pequeño o de brindar servicios de todo tipo; las profesionales universitarias o quienes tienen un oficio y que lo desarrollan bajo la forma de trabajo «independiente» o «autónoma», ya sea como cuentapropistas, profesionales o empresarias de si mismas.
El segmento de las mujeres emprendedoras es muy heterogéneo: desde servicios de cuidado que hacen a domicilio o en instituciones (babysitters, cuidadoras, maestras, profesoras de trabajo corporal, gimnasia, yoga, asistencias varias), hasta quienes tienen una formación terciaria. Desde voluntarias en organizaciones sin fines de lucro, hasta vendedoras de venta directa.
En el mejor de los casos, estas trabajadoras se desarrollarán dentro del marco legal, inscriptas en el sistema como monotributistas o autónomas. Pero en incontables ocasiones tienen temor a no poder sostener en el tiempo una carga fiscal (el caudal de trabajo independiente es muy fluctuante), y esto las lleva a trabajar informalmente y a estar más desprotegidas .
Las obligaciones fiscales y legales son generalmente aplicadas en forma amplia, de una manera que no tiene en cuenta las posibilidades reales de crecimiento que brinda una actividad independiente. De ahí que muchas se vean obligadas a trabajar con poca visibilidad legal. Y aún quienes se encuentran en mejores condiciones sienten que el esfuerzo por sostener sus negocios y llevar sus cuentas en blanco representa una carga difícil de sostener.
Para peor, con esto limitan sus propias posibilidades de crecimiento, y lo saben.
Para una emprendedora que trabaja en forma independiente es difícil negociar condiciones de trabajo. No hay parámetros claros sobre la manera de brindar servicios, de realizar – o rescindir- sus contratos. Cada emprendedora se las arregla como puede: a veces con un contador, abogado u otro tipo de asesores, intentando hacerse un lugar en el mercado pero siempre por detrás de los grandes. Y no hay un sindicato que la represente, ni una entidad que defienda sus derechos.
¿Habría que crear un sindicato o cámara de microempresarias? ¿Habría que impulsar una asociación para emprendedoras que defienda sus derechos laborales? ¿Por qué no? ¿Y quién mejor que nosotras para pensar en nuestras necesidades y derechos de trabajo?
Consideramos que esta reseña muy suscinta de la realidad de muchas mujeres independientes y que trabajan por su cuenta, tiene como objetivo poner en tema de debate lo que observamos en nuestra práctica diaria con emprendedoras: la dificultad para acceder a capacitaciones, asistencia técnica en sus proyectos, seguimiento de sus negocios o actividades y por consiguiente el sesgo informal y de poco alcance de desarrollo en el manejo de una gestión más profesionalizada. Si bien existen programas dirigidos a emprendedores con miras a mejorar y ampliar las herramientas conceptuales y de gerenciamiento, pocas están dirigidas a las emprendedoras en sí mismas. El vacío no es una mera inclusión dentro del rango de los «emprendedores», sino que representa una ausencia sistemática de las diferencias de género.
Es más, no se trata meramente de las limitaciones legales o impositivas que señalamos anteriormente, también implica no tener en cuenta el tiempo material de aprendizaje y maduración en el camino de un emprendimiento. En algunos países, los programas son más integrales en el sentido de incluir espacios de trabajo, tiempos de entrada al marco legal formal, lugares donde pueden requerirse asistencia y formación continua en temas de negocios.
Si bien es importante contar con programas dirigidos a emprendedores, éstos duran apenas unos meses y luego terminan. Consideramos que de esta forma lo avanzado en un determinado momento, puede perderse ya que las instituciones que los brindan dejan de prestar esos servicios y quienes están iniciadas en una actividad deambulan de un lugar a otro sin encontrar un espacio de pertenencia que las incluya y asista en las distintas instancias donde poder continuar con el avance y actualización del negocio, puesto que cualquier actividad requiere de aprendizajes continuos y saltos cuantitativos y cualitativos de la propuesta original.
Esta nota fue publicada en una versión similar en EntreMujeres