En los ´90, la historia de los inmigrantes que llegaron a nuestro país para hacer la América, fue utilizada por el poder político y la opinión pública para alentar lo que sería una nueva clase laboral: la de los emprendedores y emprendedoras. El emprendedorismo se revitalizó aún más en el 2001, cuando las mujeres -con sus proyectos personales (emprendimientos, claro) y casi sin recursos materiales – salieron a salvar las papas.
Desde entonces, ser emprendedor o emprendedora tiene sello de nobleza. Innumerables programas de todo tipo se desarrollan acá y en todo el planeta para dar cauce a las alternativas de trabajo que emprendedores y emprendedoras despliegan.
Lo que no se dice o se dice muy poco es que los emprendedores son trabajadores y que forman parte muchas veces de la informalidad, y aunque en algunos casos – a través de algunas reglamentaciones y campañas de capacitación, programas de negocios, concursos varios, incubadoras y otras propuestas – hubo avances para formalizar sus actividades, emprendedores y emprendedoras siguen estando al margen de las regulaciones laborales que rigen para empleados y profesionales.
Pero aún así, con poca formalidad y derechos, emprendedores y emprendedoras siguen, seguimos, siendo contratadas en empresas y por el Estado. Y aunque las mujeres emprendedoras –desde las profesionales hasta las artistas, sin dejar de lado artesanas y productoras tecnológicas –han ido afianzando su experiencia, las desventajas de contratación son muchas. Y pesan.
Trabajo y formalidad
En la mesa Mujer y Trabajo del Encuentro Nacional de Mujeres (Rosario, octubre 2016) durante dos jornadas, las mujeres hablaron de empleo, intercambiaron sus experiencias y diferentes perspectivas. Pero en la diversidad de experiencias, la única iniciativa independiente presente fue la de una cooperativa de costureras. El resto de las participantes identificaba el trabajo con el formato de contrato formal o a largo plazo. Cuando en la actualidad, este modo de contratación, tal como viene indicando la globalización y el desarrollo actual del sistema capitalista, es una realidad que tiende a disminuir en forma sustancial, incluso casi hasta desaparecer.
De modo que, las mujeres emprendedoras no figuramos en las estadísticas laborales porque lo que sigue primando en el horizonte conceptual (incluso de las propias mujeres) es el trabajo entendido como empleo en relación de dependencia o algo que se pareza a ello (contratos por actividad temporaria, por proyecto, por módulos, por empresas subcontratistas, etc).
Entonces hay dos ideas que se contradicen. Por un lado, el ensalzamiento de las mujeres de clase media baja o baja que cuentan irremediablemente con ellas mismas y salen con sus propuestas al mercado laboral. Y, a la vez, esta verdad silenciada que nos ubica en el último escalón de la economía formal. Ni qué hablar de aquellas jefas de familia que afrontan la realidad como pueden e invierten plena jornada, plena cabeza y cuerpo a sostenerse a ellas y su familia. Todo esto sin perder de vista sus otras «obligaciones»: cuidado de ancianos, de niños y familiares enfermos.
Estamos felices
Pero nuestro discurso no es quejoso: al contrario, estamos felices de autoadministrar nuestro tiempo, los recursos materiales, la disponibilidad financiera y el diseño magistral de una trayectoria económica que nos llevará al éxito.
Este halo de diosas (no es chiste, a veces estos estereotipos funcionan), luchadoras e intrépidas nos engaña y no deja que nos identifiquemos con el cansancio, la soledad, la inequidad y la sobrecarga porque obviamente, si somos heroínas, tenemos que ser abnegadas madres y bellas mujeres, capaces de estar en todo. En todo y en todos, excepto en nosotras mismas, en nuestro cuidado físico y espiritual. Y entonces buscamos y vamos a cuanto círculo de crecimiento personal, cursos de mandalas, desarrollo de lo que sea que encontremos para que nos digan, una vez más, que la realidad la creamos nosotras y todas felices ¡chin chin!
Nuestra propuesta ante este complejo panorama es trabajar en conjunto. Las emprendedoras tenemos que informarnos, conocer nuestros derechos y agruparnos para desplegarnos como un colectivo con intereses propios, capaz de modificar la mirada social que recae sobre nosotras para proponer y encarar políticas que ayuden a visibilizar nuestras problemáticas en un mundo donde no podemos seguir esperando que otros nos digan lo que nos corresponde.
Emprendedoras en Red. Inés Arribillaga. Edición Gaby Baby