No toda la economía digital es economía colaborativa. No toda la economía colaborativa está basada en plataformas. No todas las plataformas son economía colaborativa. Por Pako Rodríguez
Published on 17 octubre, 2018
Plataformas
Tal y como escribe el premio Nobel de Economía de 2014, Jean Tirole, en su libro “La economía del bien común”, las plataformas son mercados de dos o más lados que permiten a los diferentes actores del mercado, esto es, oferta y demanda, encontrarse e interactuar, siendo una de las funciones de las plataformas el hacer posible físicamente una interacción entre usuarios lo más fluida posible.
También en la misma obra comenta las dificultades con las que se encontraban las sociedades de antaño para encontrar socios con los que intercambiar bienes y servicios. Hoy en día, nuestro problema es más bien de exceso de posibilidades entre las que podemos elegir.
Para que esto ocurra, surge la figura del intermediario en forma de plataforma que, si bien no elimina la intermediación, suprime a aquellos intermediarios tradicionales que no aportan valor. Esta aportación de valor suele darse a través de los efectos de red, es decir, cuantos más usuarios en el lado opuesto de la plataforma más valor; la reducción de los costes de transacción, esto es, el coste que tiene llevar a cabo una transacción (tiempo, transporte…); y de la reducción de la asimetría de la información, siendo esto la transparencia que aportan estas plataformas en cuanto al usuario con el que vamos a realizar la transacción (reputación, validación de perfiles, transacciones realizadas anteriormente…).
Ejemplos de plataformas digitales los tenemos con Facebook, Google y Amazon. Ninguna de estas empresas tiene nada que ver con la economía colaborativa. Sí tienen que ver en cuanto a que ponen a disposición de usuarios demandantes bienes y servicios ofrecidos por otros usuarios oferentes. De ahí la famosa slide que refleja que la mayor hotelera del mundo no tiene camas o que la mayor flota de transporte interurbano no tiene coches.
Origen del concepto
Para ver el valor que pueden aportar estas plataformas digitales, hagamos una comparativa con algo que se podría denominar “plataformas analógicas”.
Yescapa, plataforma digital de alquiler de autocaravanas entre particulares, puso en marcha su proyecto gracias a que su fundador, Benoît Panel, era usuario de este tipo de alojamiento sobre ruedas y observó muchas carencias a la hora de realizar una transacción (inseguridad, opacidad, tiempo requerido…). Antes de que lanzase su startup, la forma de alquilar este tipo de vehículo era mayoritariamente a través de anuncios en la prensa.
La prensa escrita, a través de los anuncios por palabras, son un buen ejemplo de “plataforma analógica” (hasta que muchos entraron en la era digital), donde los usuarios -lectores del medio en cuestión y primer lado del mercado- acceden a la información que aporta el oferente -segundo lado del mercado- y no hay manera de conocer el historial de alquileres -en este caso de una autocaravana-, si el anuncio es real o cómo se comporta este usuario (información asimétrica). Por supuesto, el cierre de la transacción también era más costoso en cuanto a tiempo, al no ser en tiempo real, y forma de pago, posiblemente mediante transferencia o en metálico (costes de transacción).
Yescapa trajo consigo una mayor agilidad (pagos, comunicación entre usuarios…), mayor número de usuarios en ambos lados de la plataforma, internacionalización rápida y microseguros para cubrir cualquier eventualidad.
Otros ejemplos de plataformas digitales de economía colaborativa
Además de las mundialmente conocidas Airbnb, BlaBlaCar y Wallapop, existen multitud de plataformas que permiten realizar transacciones que podemos englobar en la economía colaborativa. En este espacio y en el libro “Startups Colaborativas y otras historias del sector” hemos visto muchas de ellas. Veamos algunos ejemplos:
Tutellus: Plataforma educativa que pone en contacto a personas con un talento que quieren compartirlo -normalmente mediante precio- con otras personas que buscan formarse.
Planandgo: Red social que une a personas que quieren realizar una actividad de ocio. En ella se pone en contacto a personas que ofrecen estas actividades con personas que las demandan y donde normalmente se comparte el coste. Como suele ser habitual en las plataformas puramente P2P, los roles son intercambiables y el oferente puede ser a su vez demandante y viceversa.
SocialCar: Portal que une a propietarios de vehículos, que normalmente utilizan poco, con personas que necesitan alquilar de manera puntual esos vehículos ociosos.
No todas las plataformas son de economía colaborativa
Otras plataformas que no permiten transacciones que podríamos englobar en la economía colaborativa y que normalmente se meten dentro de este sector son Uber, Cabify, Glovo o Deliveroo que, por el simple hecho de utilizar este modelo, hace que se las incluya en economía colaborativa. Y digo que no lo son porque si nos detenemos en el servicio subyacente, éste está prestado por un profesional. En el caso de Uber y Cabify, son tanto autónomos como empleados que hacen uso de una licencia VTC para ofrecer el servicio. Por decirlo de una manera clara, sería tan colaborativo como utilizar el servicio de taxi tradicional haciendo uso de apps como MyTaxi o Micocar.
En cuanto a los servicios de delivery -o de entrega de última milla-, tanto si finalmente son empleados como si permanecen como autónomos, ya sean falsos o verdaderos, se trata de profesionales que ofrecen un servicio de entrega de manera regular, sin tener nada que ver con la economía colaborativa.
No toda toda la economía colaborativa es digital ni de plataforma
Por otra parte, también tenemos ejemplos de economía colaborativa que no actúan bajo el modelo plataforma. Aunque el servicio se active a través de una aplicación, tanto en el carsharing (Emov, Car2go…) como en el resto de modalidades de transporte sin conductor por minutos (motos, bicis, patinetes), el servicio -o sea, quien te alquila el vehículo- es prestado por la propia empresa y ésta no necesita enfocarse más que en la búsqueda de usuarios que quieran transportarse haciendo uso de sus vehículos.
Como vemos, y a menos que cambien el modelo e introduzcan publicidad o similar, ni hay segundo lado del mercado, ni reputación necesaria de cada coche a la hora de hacer uso del servicio, ni efectos de red. Simplemente se produce una compartición de un bien entre múltiples usuarios y, en algunos casos, se crean comunidades de uso y disfrute en torno a este servicio.
Como otro ejemplo economía colaborativa no digital ni basada en un modelo plataforma tenemos los espacios de coworking. En ellos, en los de verdad que van más allá del alquiler de sillas y mesas, se generan sinergias entre los diferentes miembros de la comunidad, que además pertenecen a empresas o proyectos diferentes.
Tanto a nivel profesional como personal, gracias a una dinamización que forma parte intrínseca del servicio que ofrece el espacio, se crean redes entre los usuarios y un espíritu de comunidad que muy difícilmente se da en los espacios de trabajo tradicionales. Estos espacios, además, suelen alquilar salas para que personas tanto usuarias de su servicio como ajenas puedan hacer uso de los mismos para reuniones o eventos.
Ventajas del modelo plataforma
Por último, analicemos algunas de las ventajas que ofrece este modelo, sea de economía colaborativa o no, y por qué han revolucionado todos los mercados donde operan.
Escalabilidad: Permite un crecimiento exponencial en corto tiempo sin aumentar los costes de manera sustancial.
Costes de transacción: Como hemos visto, se reducen en cuanto a tiempo de acceso y cierre de las transacciones.
Asimetría de la información: Se permite acceso a mayor información y, por tanto, se reduce la incertidumbre típica del consumidor gracias a los sistemas de reputación y validación de perfiles que aportan confianza.
Efectos de red: Se crea valor y beneficio con cada nuevo usuario. Esto es, cuanto más usuarios hay de un lado, mayor beneficio para el otro. Incluso plataformas como Facebook se benefician del crecimiento del mismo lado, ya que es más fácil encontrar a un amigo si todo el mundo usa la misma plataforma.
Eficiencia. Estas plataformas permiten una nueva oferta alternativa a la tradicional. En este caso, los particulares disponen de una opción para poner en valor bienes, servicios, tiempo, talento y dinero. Tal y como se venía haciendo desde tiempos remotos, pero de manera mucho más eficiente por la reducción de los costes de transacción. De esta manera se fomenta el acceso frente a propiedad.
My two cents
En resumen, y en mi opinión, no se debería que confundir una simple web con una plataforma, ni a una plataforma con la economía colaborativa, ni a la economía colaborativa con la economía digital. Hay muchos puntos donde estos tres elementos convergen, separar unos de otros haciendo uso de sus particularidades es un buen ejercicio a la hora de debatir y, sobre todo, de regular (si es que es necesario hacerlo).